
FOTO: Kami Velvet
"Algo que he descubierto en la base cuatro es que me agota pensar todo el tiempo. Entonces, he aprendido a meditar y dejar de pensar".
Periodista. Conductora de televisión. Actriz. Cantante, a veces. 40 años. Trabaja en obras teatrales y conduce un programa de entrevistas. Adora la música de la británica PJ Harvey. El día que conversamos con ella le dolía la cabeza. Aun así, nos llevó en su auto hacia el teatro donde actuó esa noche.
Tu programa se llama Plus Café. Curioso, porque has dicho que el café te daba taquicardia.
Sí, oye. Soy adicta al café, pero conozco mis límites. A veces no me doy cuenta de que me tomé tres espressos en un día y, claro, me da taquicardia. En un rato voy a tener que parar para comprar mi café antes de ir a la obra. Ahora, mas bien, lo que me está dando es migraña. Sé que tengo que parar la mano.
Como periodista y conversadora, ¿sientes que puedes conocer realmente a una persona en una entrevista?
Se le conoce bastante. Mira, como entrevistador aprendes a usar recursos. Estoy probando un poco de todo. Me he reunido con el personaje días antes, además de leer todo la información que podía juntar y hasta conversar con personas de su entorno. Eso ayuda mucho. Hay personas que tienen una buena apertura para compartir su vida, pero también hay quienes no son así. Nunca intento incomodar al entrevistado, aunque reconozco que, como periodista, es bacán incomodar.
¿Cómo lograr que el entrevistado suelte una gran revelación?
Tiene que ver con el momento. Es riquísimo cuando entrevisto a alguien que me ofrece una apertura genial. Ayer, por ejemplo, conversé con Wendy Ramos acerca de la maternidad. Se sintió agradecida porque por primera vez hablaba con tranquilidad sobre su decisión de no ser mamá. Como entrevistadora fue, uff, sumamente positivo. Wendy me dijo que se sentía cómoda conmigo. Por eso depende de la persona que tienes al frente, de todas maneras. Creo en esa química.
¿Alguna vez has leído una entrevista que te han hecho y te has preguntado “¿en serio dije esto?”?
Por supuesto. Varias veces.
¿Te has cuestionado o más bien has creído que transcribieron mal tus palabras?
He leído cosas que fueron producto de un impulso mío. Me ha pasado, sobre todo, cuando empezaba a ser conocida. De chica era bien lisurienta. La primera vez que acepté hacer una entrevista fue vergonzoso porque me la hizo María Luisa del Río, amiga mía. Me entrevistó porque estaba en el noticiero Primera Edición y cantaba en La Pura Purita. En la entrevista solté cosas como “sí, que la puta madre”, “huevón”, o sea, le hablaba como si fuera mi amiga y no una periodista. María Luisa publicó todo tal cual y quedé como la chibola de la tele rockera y lisurienta. Pésimo. Los directivos del canal me llamaron la atención. "Denise, así no es". Tenía que mantener una línea por mi trabajo.
¿Te parece que la gente se ha quedado con esa imagen?
¿Qué imagen?
De chica rebelde.
¡Qué chica rebelde! Esas son tonterías. Chicas que hagan un noticiero y que hagan rock, bueno, podía ser particular, pero no había rebeldía de nada. ¡No me rebelaba contra nada! Simplemente me vacilaba haciendo rock y mi chamba como periodista.
Igual, no eras una chica políticamente correcta como Maju Mantilla.
De ninguna manera. Reconozco los momentos en los que hay que guardar mesura y ser limpia en la forma de hablar. En mi círculo íntimo hablo como me da la gana, pero también soy comunicadora y debo hablar bien. Quiero hablar bien. Ahora guardo mi "dulcería" para mis amigos.
Hablando de rock: has hecho dos conciertos en los que interpretaste a PJ Harvey.
Fue una experiencia buenaza. Una catarsis. Respondió a un deseo muy profundo: volver a cantar. Nada más. Salió muy paja. Estaba rodeada de musicazos que tocan mejor que los de la misma PJ Harvey, me atrevería a decir. Fue una emoción muy fuerte. Creo que ocurrió así porque canté canciones que he amado tanto tiempo y a las cuales he dedicado mucha concentración. A diferencia de un texto de teatro que lees un tiempo y luego dejas, canciones así están contigo siempre. Se conectan contigo por varias razones: porque estuviste en un lugar, porque te hacen recordar a una persona, en fin. Con cada canción que tocamos estábamos presentando una historia, una mini obrita.
¿Cuál de todas te gustó interpretar?
Snake. Es una forma fina pero potente de botar cualquier cosa que hayas reprimido durante mucho tiempo, algo que te ha generado rabia, desazón, impotencia. Esta canción me ha hecho sacar cosas que tenía contenidas y que me hacían daño. Fue increíble.
¿Qué canción has descubierto últimamente?
Me he quedado pegadaza con una de Morcheeba, Wonder Never Cease. Melódicamente es una delicia. ¿Qué me ha pasado con esta canción? Bueno, este verano aprendí a correr y escuchar esta canción me ayudó mucho a correr con felicidad. La letra habla sobre los pensamientos que no paran: nunca dejas de maquinar cosas. Estoy un poco cansada de eso.
¿De pensar?
Sí. Algo que he descubierto en la base cuatro es que me agota estar pensando todo el tiempo. Entonces, he aprendido a meditar y dejar de pensar.
¿Denise Arregui medita? Insólito.
Quizás es lo más contrario a mi esencia hiperactiva. Recuerdo que de niña meditaba cuando hacía karate. En ese momento, toda mi hiperactividad desaparecía y sentía una gran calma. La meditación que hago me ha reconectado con esa sensación de niña. Me cuesta, ah, pero de verdad me voy a otro mundo y me desconecto de tanta huevada que cansa.
¿Cuánto tiempo meditas?
Media hora diaria. O diez minutos en la mañana y diez en la tarde. Suficiente con eso. Estoy meditando desde hace siete meses, gracias a una persona que ha sido monje budista.
¿Te sorprende estar meditando?
Sí. Es bueno sorprenderse, ¿no? Es que no vale la pena vivir estresada. He vivido muy estresada. Mucho. De hecho, soy una persona que tiene una tendencia a estresarse por cosas que no lo ameritan. Puede ser algo problemático, sí, pero yo lo exagero más.
¿Qué tipo de cosas te estresan?
Lo que sea. Entregar un texto. Conseguir la ropa que usaré para grabar al día siguiente. Ver a mi familia durante la semana. También temas más profundos.
¿Te angustia la posible caída de un meteorito?
No.
¿El calentamiento global?
No.
¿Zombies? ¿El fin del mundo?
No, no. La película Melancholia, de Lars Von Trier, fue maravillosa para mí. Me sentí identificada con la angustia de todos los personajes, pero al final había una calma expresada por Kirsten Dunst. Me sentí más identificada todavía con esa energía. ¡Qué pase de vueltas! Si el mundo se acaba como en la película, por mí genial. Estaría con mi familia, mi novio, todos acurrucaditos en el jardín y que venga lo que venga.
¿Quién actualiza tu página de Wikipedia?
Ni idea. Soy mala con la tecnología. Es más, recién estoy pensando qué hacer con el tema de las redes sociales. Siempre he sido reacia a tener página web "oficial", pero me he dado cuenta de que funciona. Me da roche tener una página con toda mi trayectoria, pero sé que tenemos que sentirnos orgullosos de lo que hacemos y que debemos compartirlo. El que no lo hace es un quedado. Si pude llenar la sala de la Católica para el concierto de PJ Harvey fue porque bombardeé las redes sociales.
Te cuesta mucho estar frente a una computadora.
Sí, demasiado. Me enferma. Sufro físicamente.
Pensé que era un sufrimiento existencial.
Tal vez, pero la verdad es que no he encontrado la ergonomía apropiada. Me duele la cabeza, la espalda, todo. Por eso tengo un poco de asco a la tecnología. Trabajo con la computador y me siento mal, muy mal. Siento una presión inmediata en la cabeza. ¡Hasta me falta el aire!
Tu papá es neurólogo. ¿Qué te ha dicho?
Que debo invertir en comprar una buena silla, bajar el brillo del monitor, chequearme la vista. ¡Hace un mes que estoy buscando la silla perfecta! El tema es que cuesta más que mi sueldo.
Tienes una habilidad: voltear las palabras.
Sí.
Aquí va una: central.
Lartnec.
Celular.
Ralulec.
Sótano.
Onatos.
¿Cómo haces?
No sé. Veo la palabra y simplemente la volteo. Paja tener una habilidad, pero mejor una más útil, ¿no? Debería haber un concurso para sacarle provecho. Hay una escena magistral en la película Whisky, de los uruguayos Stoll y Rebella, donde la abuelita habla al revés. Casi lloro.
Escalera.
Uy, ahí me cagas. Arela, arelac… Arelacse. ¡Arelacse! ¡A-re-lac-se!
Sí, oye. Soy adicta al café, pero conozco mis límites. A veces no me doy cuenta de que me tomé tres espressos en un día y, claro, me da taquicardia. En un rato voy a tener que parar para comprar mi café antes de ir a la obra. Ahora, mas bien, lo que me está dando es migraña. Sé que tengo que parar la mano.
Como periodista y conversadora, ¿sientes que puedes conocer realmente a una persona en una entrevista?
Se le conoce bastante. Mira, como entrevistador aprendes a usar recursos. Estoy probando un poco de todo. Me he reunido con el personaje días antes, además de leer todo la información que podía juntar y hasta conversar con personas de su entorno. Eso ayuda mucho. Hay personas que tienen una buena apertura para compartir su vida, pero también hay quienes no son así. Nunca intento incomodar al entrevistado, aunque reconozco que, como periodista, es bacán incomodar.
¿Cómo lograr que el entrevistado suelte una gran revelación?
Tiene que ver con el momento. Es riquísimo cuando entrevisto a alguien que me ofrece una apertura genial. Ayer, por ejemplo, conversé con Wendy Ramos acerca de la maternidad. Se sintió agradecida porque por primera vez hablaba con tranquilidad sobre su decisión de no ser mamá. Como entrevistadora fue, uff, sumamente positivo. Wendy me dijo que se sentía cómoda conmigo. Por eso depende de la persona que tienes al frente, de todas maneras. Creo en esa química.
¿Alguna vez has leído una entrevista que te han hecho y te has preguntado “¿en serio dije esto?”?
Por supuesto. Varias veces.
¿Te has cuestionado o más bien has creído que transcribieron mal tus palabras?
He leído cosas que fueron producto de un impulso mío. Me ha pasado, sobre todo, cuando empezaba a ser conocida. De chica era bien lisurienta. La primera vez que acepté hacer una entrevista fue vergonzoso porque me la hizo María Luisa del Río, amiga mía. Me entrevistó porque estaba en el noticiero Primera Edición y cantaba en La Pura Purita. En la entrevista solté cosas como “sí, que la puta madre”, “huevón”, o sea, le hablaba como si fuera mi amiga y no una periodista. María Luisa publicó todo tal cual y quedé como la chibola de la tele rockera y lisurienta. Pésimo. Los directivos del canal me llamaron la atención. "Denise, así no es". Tenía que mantener una línea por mi trabajo.
¿Te parece que la gente se ha quedado con esa imagen?
¿Qué imagen?
De chica rebelde.
¡Qué chica rebelde! Esas son tonterías. Chicas que hagan un noticiero y que hagan rock, bueno, podía ser particular, pero no había rebeldía de nada. ¡No me rebelaba contra nada! Simplemente me vacilaba haciendo rock y mi chamba como periodista.
Igual, no eras una chica políticamente correcta como Maju Mantilla.
De ninguna manera. Reconozco los momentos en los que hay que guardar mesura y ser limpia en la forma de hablar. En mi círculo íntimo hablo como me da la gana, pero también soy comunicadora y debo hablar bien. Quiero hablar bien. Ahora guardo mi "dulcería" para mis amigos.
Hablando de rock: has hecho dos conciertos en los que interpretaste a PJ Harvey.
Fue una experiencia buenaza. Una catarsis. Respondió a un deseo muy profundo: volver a cantar. Nada más. Salió muy paja. Estaba rodeada de musicazos que tocan mejor que los de la misma PJ Harvey, me atrevería a decir. Fue una emoción muy fuerte. Creo que ocurrió así porque canté canciones que he amado tanto tiempo y a las cuales he dedicado mucha concentración. A diferencia de un texto de teatro que lees un tiempo y luego dejas, canciones así están contigo siempre. Se conectan contigo por varias razones: porque estuviste en un lugar, porque te hacen recordar a una persona, en fin. Con cada canción que tocamos estábamos presentando una historia, una mini obrita.
¿Cuál de todas te gustó interpretar?
Snake. Es una forma fina pero potente de botar cualquier cosa que hayas reprimido durante mucho tiempo, algo que te ha generado rabia, desazón, impotencia. Esta canción me ha hecho sacar cosas que tenía contenidas y que me hacían daño. Fue increíble.
¿Qué canción has descubierto últimamente?
Me he quedado pegadaza con una de Morcheeba, Wonder Never Cease. Melódicamente es una delicia. ¿Qué me ha pasado con esta canción? Bueno, este verano aprendí a correr y escuchar esta canción me ayudó mucho a correr con felicidad. La letra habla sobre los pensamientos que no paran: nunca dejas de maquinar cosas. Estoy un poco cansada de eso.
¿De pensar?
Sí. Algo que he descubierto en la base cuatro es que me agota estar pensando todo el tiempo. Entonces, he aprendido a meditar y dejar de pensar.
¿Denise Arregui medita? Insólito.
Quizás es lo más contrario a mi esencia hiperactiva. Recuerdo que de niña meditaba cuando hacía karate. En ese momento, toda mi hiperactividad desaparecía y sentía una gran calma. La meditación que hago me ha reconectado con esa sensación de niña. Me cuesta, ah, pero de verdad me voy a otro mundo y me desconecto de tanta huevada que cansa.
¿Cuánto tiempo meditas?
Media hora diaria. O diez minutos en la mañana y diez en la tarde. Suficiente con eso. Estoy meditando desde hace siete meses, gracias a una persona que ha sido monje budista.
¿Te sorprende estar meditando?
Sí. Es bueno sorprenderse, ¿no? Es que no vale la pena vivir estresada. He vivido muy estresada. Mucho. De hecho, soy una persona que tiene una tendencia a estresarse por cosas que no lo ameritan. Puede ser algo problemático, sí, pero yo lo exagero más.
¿Qué tipo de cosas te estresan?
Lo que sea. Entregar un texto. Conseguir la ropa que usaré para grabar al día siguiente. Ver a mi familia durante la semana. También temas más profundos.
¿Te angustia la posible caída de un meteorito?
No.
¿El calentamiento global?
No.
¿Zombies? ¿El fin del mundo?
No, no. La película Melancholia, de Lars Von Trier, fue maravillosa para mí. Me sentí identificada con la angustia de todos los personajes, pero al final había una calma expresada por Kirsten Dunst. Me sentí más identificada todavía con esa energía. ¡Qué pase de vueltas! Si el mundo se acaba como en la película, por mí genial. Estaría con mi familia, mi novio, todos acurrucaditos en el jardín y que venga lo que venga.
¿Quién actualiza tu página de Wikipedia?
Ni idea. Soy mala con la tecnología. Es más, recién estoy pensando qué hacer con el tema de las redes sociales. Siempre he sido reacia a tener página web "oficial", pero me he dado cuenta de que funciona. Me da roche tener una página con toda mi trayectoria, pero sé que tenemos que sentirnos orgullosos de lo que hacemos y que debemos compartirlo. El que no lo hace es un quedado. Si pude llenar la sala de la Católica para el concierto de PJ Harvey fue porque bombardeé las redes sociales.
Te cuesta mucho estar frente a una computadora.
Sí, demasiado. Me enferma. Sufro físicamente.
Pensé que era un sufrimiento existencial.
Tal vez, pero la verdad es que no he encontrado la ergonomía apropiada. Me duele la cabeza, la espalda, todo. Por eso tengo un poco de asco a la tecnología. Trabajo con la computador y me siento mal, muy mal. Siento una presión inmediata en la cabeza. ¡Hasta me falta el aire!
Tu papá es neurólogo. ¿Qué te ha dicho?
Que debo invertir en comprar una buena silla, bajar el brillo del monitor, chequearme la vista. ¡Hace un mes que estoy buscando la silla perfecta! El tema es que cuesta más que mi sueldo.
Tienes una habilidad: voltear las palabras.
Sí.
Aquí va una: central.
Lartnec.
Celular.
Ralulec.
Sótano.
Onatos.
¿Cómo haces?
No sé. Veo la palabra y simplemente la volteo. Paja tener una habilidad, pero mejor una más útil, ¿no? Debería haber un concurso para sacarle provecho. Hay una escena magistral en la película Whisky, de los uruguayos Stoll y Rebella, donde la abuelita habla al revés. Casi lloro.
Escalera.
Uy, ahí me cagas. Arela, arelac… Arelacse. ¡Arelacse! ¡A-re-lac-se!